A quien interese
Soy una mujer de descubrimientos tardíos. Recién el verano pasado vi y atrapé una luciérnaga. Celebré su brillo verde bajo un cielo rochense estrellado, porque la noche y mis manos sostenían el mismo destello. Tarde descubrí la trompeta melancólica de Chet Baker, y tarde besé la boca de una mujer, deslizando mi lengua con ansias. No encontré nada extraordinario en eso. Tengo treinta y ocho años y un repertorio de hallazgos a destiempo. Cosas como estas y otras tantas me componen como una melodía de risa y locura y miedo. Compito conmigo misma a tomarme el vaso de agua completo, de un tiro. La semana pasada batí el récord. Cuatro segundos, ni más, ni menos. Me cepillo los dientes a puerta cerrada, cosa que nadie vea la espuma que sale de mi boca. Y de ninguna manera permito que otro me enseñe su propia espuma. Hay cierto pudor en eso. Sigo esperando que me regalen una guacharaca, y tocarla con un vallenato de fondo. Todo el tiempo digo palabras que no se me entienden, porque ven...